Nombre: Gran Biblioteca GLP
Ubicación: San Isidro, Lima, Peru

jueves, octubre 13, 2005

CONOCETE A TI MISMO

GNOTHI SEAUTUN
CONOCETE A TI MISMO

R:. H:. Jorge Núñez Correa
Gran Bibliotecario
P:. V:. M:. B:.R:.L:.S:. “MANTARO” N°118


Expresión esculpida en el templo de Delfos, que significa “CONOCETE A TI MISMO” y que Sócrates, filosofo Griego se encargo de divulgar y desarrollar como uno de los grandes pilares de su escuela filosófica y que posteriormente fue seguido por sus discípulos Aristóteles, Platón, Jenofonte etc. Veamos en que consistía su método.

Su vida de Sócrates es la gradual realización de su concepción lógico moral en forma popular y de sus anhelos de reforma social y religiosa. El método socrático, tenía algo de las cualidades de la profesión que ejercían sus padres. En su aspecto exterior, Sócrates hace como su madre: no infunde la ciencia, sino que ayuda a que el oyente ó el discípulo la produzca por si mismo; su arte es como una obstetricia del espíritu. Por otra parte, el intento primordial de Sócrates era la formación autónoma de la persona, convertir, diríamos, a la manera de su arte, una masa natural y burda en una bella representación individual del espíritu.

De aquí que el primer conocimiento del hombre debe ser el conocimiento de si mismo. Pero la recomendación que hace Sócrates de nosotros mismos es inseparable en la práctica del conocimiento de los demás hombres. Sócrates no concibe el saber egoísta y la simple salvación individual, sino que busca la perfección en los demás, y él mismo entrega toda su vida a la educación de sus discípulos y conciudadanos. Al mismo tiempo que examina a los demás se examina así mismo, y viceversa, y propone a los demás el método que él mismo ha seguido desde el momento en que ha meditado sobre el precepto délfico “conócete a ti mismo”.

El conocimiento de uno mismo produce como primer resultado el reconocimiento de nuestra propia ignorancia. Sin embargo, no podríamos tener conciencia de esta misma ignorancia si no tuviéramos alguna idea de la verdadera ciencia. Todavía en esta misma confesión de nuestro estado actual de desconocimiento de nosotros mismos hemos de ver cierta fe en nuestro poder de llegar alguna vez al conocimiento verdadero. Si de un lado tenemos la necesidad de conocer y, por tanto, los medios naturales de conocer, y de otro la ignorancia de nuestro conocimiento, lo que se impone realmente es un método adecuado para convertir la posibilidad de conocer en conocimiento actual y verdadero. La idea de Sócrates era que la verdad no hemos de ir a buscarla fuera, sino que está dentro de nosotros mismos. Conociéndonos a nosotros mismos aprendemos a conocer en general y a conocer concretamente las cosas. Pero además el principio socrático envuelve una afirmación de extraordinario interés para el problema del conocimiento. Sócrates con esto da entender que el conocer es esencialmente una actividad del espíritu; que el saber se produce por la acción directa del sujeto, al conocerse descubre las condiciones generales de todo conocimiento, vislumbrando así cual será la dirección más acertada para guiarnos en el mundo que nos rodea.

En esto todavía podemos ver un nuevo aspecto: el de la ejemplaridad moral del conocimiento. Sólo podremos saber y penetrar la esencia de las cosas con el trabajo inquisitivo del espíritu, que no cesa hasta dar con la raíz misma de las propiedades y circunstancias de los hechos y de los actos. La ciencia es fruto de la actividad, pero de una actividad que halla ya en si misma la razón suficiente de la ciencia.

Nadie había conseguido antes que él precisar el papel que el sujeto realiza en la obra del conocimiento. Se habían adoptado dos hipótesis igualmente falsas por extremas y exclusivas: ó el sujeto es puramente receptor y el conocimiento es lo que los objetos determinan, ó el ser real es una creación del mismo pensamiento no habiendo más objetividad que la que es pensada ó conocida.

Sócrates empieza por distinguir entre el conocimiento de las cosas y el conocimiento del sujeto que las piensa, para llegar a la conclusión de que el conocimiento que primordialmente interesa al hombre es el conocimiento de sí mismo, del que forzosamente ha de partir para saber algo de las cosas que no son el propio sujeto cognoscente. Sócrates, dice: Jenofonte, creía que viendo nosotros las cosas como en efecto son, podríamos comunicar a los demás nuestro conocimiento, y que la única manera de acabar con los discursos sofísticos era ponerse el hombre de acuerdo consigo mismo y con los demás. Así en sus conversaciones es habitual que diga que su sabiduría se reduce a esto: que aun ni él ni sus interlocutores saben nada, los demás creen saber algo, y él, por el contrario, tiene conciencia de su ignorancia.

Sócrates halla en el conocimiento de uno mismo el fundamento del saber y la guía para su mismo método. Este método consta de dos momentos: la ironía y la mayéutica. El primero tiene por objeto desvanecer la falsa ciencia. El segundo enseña al hombre a producir el verdadero conocimiento.
Como iniciados nuestro primer objetivo debería ser conocernos a nosotros mismos, debemos por lo tanto saber responder a las preguntas ¿Quién soy? ¿Cuál es mi origen? Y ¿Cuál es mi destino? No se trata de responder con generalidades sino hacer un análisis profundo, una reflexión sobre si mismo que nos permita tener conciencia de una verdadera definición del hombre, como dice Petrarca “que sea capaz de ser gobernado por la razón, que toda su conducta esté por ella regulada y sus apetitos solo a ella sometidos” y Dostoievsky dice: “al estudiarse a si mismo que se encuentra partido en dos y que ello le causa verdadero miedo”, y esta contradicción no es otra cosa que el hombre tiene una dimensión tremenda, es nuevo y viejo, temporal y eterno, espiritual y corporal, terreno y celestial, mortal e inmortal, malo y bueno y mucho dependerá de lo que el es por naturaleza y lo que el mismo se ha ido haciendo. Dios, la Sociedad y él mismo han dejado su huella en el camino.
O mejor sería preguntarnos ¿Cómo soy yo? Muchos contestaremos al unísono “soy hombre libre y de buenas costumbres” verdaderamente somos libres? Por que ser libre significa no ser esclavo de pecado, de lujuria, de gula, de orgullo, de ambición, de robo, etc, es decir no dejarnos dominar por las tentaciones y llegar a dominar nuestros sentidos por el camino del bien, que es lo único que nos dará paz y felicidad verdadera.
Y de buenas costumbres? ¿Cómo se explicarían tantos detalles negativos que vemos a diario en nuestro actuar?
“Lo que el hombre sabe en comparación de lo ignorado, es como un grano de arena en comparación del Océano” Newton, que tremendo desafió y mas aún cuando Tales de Mileto nos dice “Lo más difícil es conocerse a si mismo, y lo más fácil, criticar a los demás”. Por ello hay que emprender la tarea de conocernos a nosotros mismos, para comprendernos y amarnos y luego comprender y amar a los demás.
Muchas veces el concepto que uno tiene de si mismo no es el verdadero, y se encuentra que es soberbio y cree ser humilde, es indisciplinado y cree ser puntual, es rezador y cree con solo eso ser santo, es el que copia un libro y cree ser honrado, y el que nunca da y se cree dadivoso porque reparte alguna sonrisa, y es el que se pone en el centro de todas las cosas y que desea que todo gire en torno suyo, deificado, y que sin embargo cree ser necesario, utilísimo a la sociedad, un bienhechor un santo, por ello se dice que abundan los ciegos que no quieren ver.
Y el hombre prefiere vivir en su mentira, sin conocerse, por miedo a tener que cambiar, a esforzarse por ser mejor, tener que renunciar a esos hábitos y costumbres que ocupan lugar preponderante en su vida.
La contradicción es un cisma interior, un destierro, le viene al hombre por ser una unidad misteriosa de cuerpo y espíritu. El ser humano es la inmersión del espíritu en la materia, entre ambos existe una unión sustancial, forman un todo, sin que para ello lleguen a confundirse. La tentación y la debilidad nos hacen seres desterrados.
El hombre puede querer lo bueno y lo malo, amar y odiar a un mismo objeto, querer y no querer, es un abismo donde caben todas las cosas, y en donde caben los grandes criminales de la historia y los grandes santos y héroes, es pues, un abismo de grandeza y un abismo de miseria. Tiene sembrada en la raíz más profunda de su ser la semilla de la contradicción. Solo de él, con la gracia del G:.A:.D:.U:. depende que brote la buena semilla y crezca el hombre bueno.
La Ley natural impresa por el G:.A:.D:.U:. en la naturaleza humana, es la CONCIENCIA, que viene a ser la luz del alma que brilla en el interior, y aparece cuando el hombre ha de tomar alguna decisión entre un acto que es moralmente bueno y otro que es moralmente malo, o entre uno que es bueno y otro que es menos bueno; o entre hacer un acto bueno o no hacerlo. En todos estos casos la conciencia recta hace sentir su voz antes de la decisión y nos dice muy despacio pero con seguridad, lo que se debe elegir y lo que está prohibido. Pero una vez que el hombre tomo ya una decisión, la conciencia vuelve a actuar. No ya como consejera, sino como juez. Hay que luchar por la conquista de una conciencia recta. “La conciencia es a la vez, testigo, fiscal y juez”.
La concentración, la meditación, el estudio, el dialogo y la observación en el trato continuo con los hombres, nos pueden ayudar a conocernos a nosotros mismos y a los demás. Y sobre todo examinarnos como algo que esta fuera de nosotros. Algunos medios que nos ayudarán a conocernos es ahondar en el conocimiento del G:. A:. D:. U:., conocer su palabra cuyas enseñanzas nos conducirán a la mansión celestial que nos tiene preparado, la geografía ciencia del conocimiento humano y no solo de los ríos montañas o mares, sino la biología y la psicología, el viajar y conocer nuevos ambientes y nuevas razas. Es decir todo un programa que puede ocupar una vida entera.
Finalmente podemos preguntarnos ¿Por qué no me conozco a mi mismo? Debería ser fácil sin embargo es difícil verme a mi mismo, para saber realmente quién soy y como soy, por que la sociedad, las costumbres me han dividido en dos, en contra de mi mismo, he perdido mi integridad, por lo tanto no debería preocuparme por el “como debería ser” sino saber quien soy.

Estoy obsesionado por el futuro y he olvidado la realidad presente. Mis ojos están mirando el futuro lejano, en consecuencia no pueden mirar hacia dentro, me preocupo por el ¿qué hacer?, ¿cómo hacer?, ¿cómo llegar a ser esto? y mi lenguaje se ha convertido en un idioma de deber y convenir, mientras que la realidad sólo consiste en ser.

Este es el primer paso: sé uno contigo mismo. Este primer paso se ha vuelto difícil debido a todo el condicionamiento, a toda la educación, a todos los esfuerzos por civilizarte. Si has dado el primer paso simplemente al aceptarte y amarte tal y como eres, momento a momento... Por ejemplo, estás triste. En este momento estás triste. Todo tu condicionamiento te está di­ciendo: «No deberías estar triste. Está mal. No deberías estar triste. Tienes que estar contento.» Aquí surge la división, el pro­blema. Estás triste: esta es la verdad en este momento. Y tu con­dicionamiento, tu mente dice: «No deberías estar así, tienes que estar contento. iSonríe! ¿Qué van a pensar de ti?» Si estás tan triste, tu mujer te puede abandonar; si estás tan triste, quizá tus amigos te abandonen; si sigues estando tan triste, tu negocio se hundirá. Tienes que reírte, tienes que sonreír, tienes que fingir al menos que eres feliz. Si eres médico, tus pacientes no se sen­tirán bien si te ven tan triste. Quieren un médico feliz, alegre, saludable, y tú tienes un aspecto tan triste. Sonríe.... aunque tu sonrisa no sea verdadera, pon una sonrisa falsa, pero sonríe. Al menos finge, disimula.
El problema es que finges, disimulas. Logras sonreír, pero entonces te divides en dos. Has reprimido la verdad, te has vuel­to falso. La sociedad respeta a los farsantes. El farsante se con­vierte en un santo, se convierte en un gran líder. Y todo el mun­do le empieza a seguir. El farsante es tu ideal.
Por eso eres incapaz de conocerte. ¿Cómo te vas a conocer si no te aceptas? Siempre estás reprimiendo tu ser. ¿Qué hay que hacer entonces? Cuando estés triste acepta la tristeza: eso eres tú. No digas: «Estoy triste.» No digas que la tristeza está separa­da de ti. Simplemente di: «Soy la tristeza, en este momento soy la tristeza.» Vive tu tristeza con total autenticidad. Te sorpren­derás de cómo se abre en tu ser una puerta milagrosa. Si puedes vivir tu tristeza sin la idea de ser feliz, entonces serás feliz auto­máticamente, porque desaparecerá la división. Ha dejado de ha­ber divisiones. «Soy la tristeza», y entonces deja de surgir la cuestión de tener el ideal de querer ser otra cosa. De modo que no hay ningún esfuerzo, ningún conflicto. «Simplemente soy esto», y se produce una relajación. Y en esa relajación hay gra­cia, en esa relajación hay alegría.

El dolor psicológico existe porque estás dividido. El dolor significa separación y la felicidad significa no separación. Te pa­recerá paradójico: ¿cómo te vas a alegrar si estás triste y aceptas tu tristeza? Te puede parecer paradójico, pero es así. Inténtalo. No te estoy diciendo «intenta ser feliz», no te estoy diciendo «acepta tu tristeza para que puedas ser feliz», no estoy dicien­do eso. Si esa es tu motivación no te sucederá nada; sigues ha­ciendo un esfuerzo. Estarás mirando de reojo: «Ha pasado mu­cho tiempo desde que acepté incluso la tristeza. Estoy diciendo Soy la tristeza; sin embargo, todavía no hay alegría.» De esa for­ma no llegará.

La alegría no es una meta, es un derivado. Es la consecuen­cia natural de la unidad, de la unión. únete con la soledad sin ningún motivo, sin un propósito determinado. No se trata de te­ner un motivo. En este momento estás así, en este momento ésta es tu verdad. En el siguiente instante tal vez estés enfadado: acéptalo también. En el siguiente instante podrías sentirte de otra manera: acéptalo también.

Vive momento a momento, con una gran aceptación, sin crear divisiones, y estarás en el camino del autoconocimiento. Renuncia a la división: la división es el problema. Te enfrentas a ti mismo. Renuncia a esos ideales que te producen este antago­nismo. Eres como eres, acéptalo con alegría, con gratitud. Y de repente sentirás armonía. Tus dos personalidades, la personali­dad ideal y la real, dejarán de estar ahí luchando. Se encontrarán y se fundirán en una. En realidad, no es la tristeza la que te cau­sa dolor. Lo que te causa dolor es la interpretación de que la tris­teza está mal, y esto se convierte en un problema psicológico. La rabia no es dolorosa, la idea de que la rabia está mal es lo que crea una ansiedad psicológica. Es la interpretación, no el hecho. El hecho siempre es liberador.

Jesús dijo: «La verdad libera.» Esto es de inmensa importan­cia. Sí, la verdad libera, pero no tus ideas sobre la verdad. Sé la verdad y ésta te liberará. Sé la verdad, y encontrarás la libera­ción. No tienes que atraerla, no tienes que estar esperándola: su­cede instantáneamente. ¿Cómo ser la verdad? Ya eres la verdad. Simplemente, tienes falsos ideales, que son los que te están creando problemas. Renuncia a los ideales: durante unos días sé un ser natural. Igual que los árboles, los animales y las plantas, acepta tu ser tal como es. Surgirá un gran silencio. ¿Cómo po­dría ser de otro modo? Si no hay interpretación, la tristeza es hermosa, tiene profundidad. Entonces, la rabia también es her­mosa; está llena de vida y energía. El sexo también es hermoso porque tiene creatividad. Cuando no hay interpretación todo es hermoso. Cuando todo es hermoso te relajas. En esa relajación vuelves a tu raíz, y eso trae consigo autoconocimiento. Volver a tu raíz es lo que Sócrates quería decir con «conócete a ti mis­mo». No es una cuestión de conocimientos sino de transformación interna. ¿Y de qué transformación estoy hablando? No te es­toy dando un ideal para que te parezcas a él. No te estoy diciendo que tienes que transformarte en algo diferente de lo que eres. Simplemente, tienes que relajarte en lo que eres, sea lo que sea, y observar lo que sucede.

¿Has oído lo que estoy diciendo? Entiéndelo: es liberador. Y entonces se escucha una gran armonía, una gran música. La mú­sica del autoconocimiento. Tu vida comienza a cambiar. Enton­ces tienes una llave mágica que abre todas las puertas.


BIBLIOGRAFIA

Enciclopedia Universal Ilustrada – Espasa – Calpesa.

Medicina de la Personalidad – Melchor Escrivá Pellicer, S.J.